25/08/2016

Opinión

Repudio a la Visita del hijo del Chacal a una Escuela Pública de Tucumán

Escribe: Daniel Enrique Yépez.

Me sumo a las declaraciones públicas de la Secretaría de DDHH y también del Ministerio de Educación de la Provincia, denunciando y repudiando la presencia del hijo del Chacal en una escuela pública tucumana, con el fin de reivindicar la horrible figura de su padre, un genocida múltiplemente condenado y asesino serial de personas en estado de indefensión y destruidas por la tortura.


Como muestra basta recordar dolorosamente a Ana Cristina Corral, estudiante secundaria de la Escuela Sarmiento, de apenas 16 años, asesinada de un disparo en la nuca por este “general”, valiente sólo con los débiles e indefensos. Este es un solo caso, de los sucesivos y terribles martirios que padecieron miles de secuestrados y asesinados en los campos ilegales de detención y exterminio donde el sumun de la barbarie se concretó en los Arsenales. Estoy seguro que si este “valiente” tendría que haber peleado en serio, con los enemigos reales de la Patria en Malvinas, se hubiera cagado en los pantalones (como corresponde) y se hubiera rendido cobardemente ante el invasor extranjero -sin disparar un solo tiro-, como lo hizo el otro cobarde, asesino y torturador de mujeres, el lugúbre “Cuervo” Astiz, en las Georgias.


Para asesinar compatriotas eran buenos. Para enfrentarse a los enemigos históricos de la nacionalidad latinoamericana, fueron patéticos cobardes que dieron vergüenza pública. No sólo traicionaron el legado histórico de San Martín, Belgrano, Moreno, Monteagudo, Bolívar, Artigas, Morazán, Morelos y de tantos patriotas continentales que dieron su sangre para ver libre esta patria de invasores extranjeros, sino que desde 1930, traicionaron su juramento constitucional violando sistemáticamente los principios fundantes de nuestra Carta Magna e iniciando la dolorosa era de los golpes de estado, sólo para someterse al dictado de nuestros enemigos históricos y a un modelo de país sólo pensado para los latifundistas.

 

Por otra parte, el Ministerio de Educación tendría que iniciar un sumario administrativo para deslindar responsabilidades y aplicar las sanciones que correspondan a los responsables de semejante acto de terrorismo ideológico en una escuela pública de la provincia. Nadie mínimamente informado puede creer ingenuamente que se trataba de una actividad educativa, realizada con el fin de escuchar las dos campanas, respecto a la tenebrosa historia que padeció el pueblo tucumano durante los años de plomo, como pretende hacernos creer ingenuamente la docente responsable de esa desgraciada actividad, frente a alumnos no preparados, intoxicados por la desinformación mediática y prisioneros del desconocimiento histórico de nuestro pasado histórico. Situación preocupante que predomina en la enseñanza secundaria del país y también en el distrito, a pesar de los esfuerzos que se emprendieron para erradicar esta deficiencia. Para muestra, basta otro botón. Un trabajador azucarero muy viejito, un lejano cosechero proveniente de una antigua colonia, cercana a un pueblo fantasma de nuestro interior provinciano se puso de pie dificultosamente, en las Jornadas que rememoraron los cuarenta años del cierre de nuestros ingenios azucareros, solo para decir en voz alta: “Por qué tardaron tanto en recuperar ese pasado que nos azota sin piedad desde hace tanto tiempo…”. Con lucidez envidiable, a pesar de sus años, sólo quiso decir que, después de la destrucción de nuestro aparato productivo, la vida fue un tormento diario para todos y peor, mucho peor, para los más pobres que desde entonces vivieron sumergidos en la desesperanza y las privaciones más terribles.

 

Y los dos ejemplos tienen una relación flagrante. Se trata de los primeros ensayos de lo que iba ser primero, el genocidio económico del pueblo tucumano, como antecedente del genocidio económico nacional que instaló sin anestesia el menemismo durante los noventa, cuando arrasó con el Estado Nacional, los recursos naturales, nuestro patrimonio social y el sistema educativo público, centralizado y estatal creado hace 132 años por el roquismo. En el mismo sentido el “Operativo Independencia” no fue más que la prueba de laboratorio, en escala reducida, de lo que sería el genocidio social y el plan de exterminación sistemática, no contra las organizaciones armadas o “subversivos” (cuya capacidad operativa y militar ya estaba desarticulada a fines de 1975, dicho por el General Vilas, en su diario de combate), sino contra todo aquel que pueda ser un potencial opositor político o disidente “peligroso” a la cultura “occidental y cristiana” amenazada. Este plan de terrorismo de estado, se reprodujo a escala nacional, cuando en 1976, se derrocó al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, instalando un genocidio social y político sin precedentes en la negra historia del país. Recomiendo, para tener una conocimiento puntual de esta campaña de destrucción del tejido social y de una generación entera, el libro “Los Doblados” que acaba de publicar por Sudamericana, Ricardo Ragendorfer. En los primeros capítulos de la obra, podrán apreciar el plan siniestro que se aprestaban a llevar adelante las FFAA, la partidocracia y la rosca de los poderes oligárquicos (que hoy gobiernan nuevamente), más el aparato represivo del estado, contra todo aquel que pudiese ser sospechado de “delincuente subversivo”.

 

Ambos procesos históricos, el cierre de los Ingenios, dictadura de Onganía mediante y la programada destrucción del Estado Nacional en los noventas, como su consecuente repugnante, tiene que ser estudiado detenidamente como un proceso continuo y sincrónico por docentes y estudiantes de nuestro sistema educativo. Es una obligación enseñar esto, no sólo para que estén informados y conozcan las desventuras de nuestra historia inmediata, sino para formar patriotas y ciudadanos en serio desde las aulas, misión fundamental de la enseñanza media en el país. Del mismo modo se tendrá que estudiar el segundo caso, donde el “Operativo Independencia”, no fue -nada más- que el anticipo del baño de sangre que se instalaría meses más tarde en todo el país. Es hora de dar un debate serio en las aulas. Es hora de reconciliarnos con las lecturas críticas y con la historia reciente de nuestro pueblo. Es hora que el sistema educativo se actualice y piense que lo que más puede atraer a un estudiante no es la rutina de ir a la escuela sin saber porque, sino porque en ella puede encontrar respuestas, a las preguntas que cotidianamente se formula,. Desde este simple hecho, la escuela puede ser el motor impulsor que ayude a superar el bombardeo diario del que es víctima, por parte de las corporaciones mediáticas que manipulan impiadosamente su subjetividad.

 

Este es un llamado de atención, es parte de una lucha pedagógica, ética y cultural de profunda significatividad para el destino, el conocimiento, la claridad y el respeto esencial que tenemos que emprender por construir y recuperar lo propio. Es el mejor legado que le podemos dejar desde las aulas a las generaciones que vienen, pues si seguimos así, sólo encontrarán un país nuevamente devastado, endeudado, quebrado y feudalizado por el capital extranjero y sus lacayos vernáculos.

 

Por último y si estamos de acuerdo con este texto, sugiero que apoyemos su difusión agregando nuestras firmas, mientras los difundimos por las redes digitales y otros formatos comunicacionales.

 

San Miguel de Tucumán, 25 de Agosto de 2016





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